Diez horas de batalla campal para un rocambolesco intento de golpe de Estado contra el Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa. Una crisis que ha hecho decretar el estado de excepción en el país durante una semana después de que su presidente permaneciera “secuestrado” durante siete horas en un hospital después de que un importante número de policías que se manifestaban por los recortes salariales y laborales se amotinaran y atacaran con gases lacrimógenos a Correa cuando el jefe de Estado estaba intentando dialogar con ellos.
Eran los militares los que rescataban al presidente de Ecuador en medio de un espectacular tiroteo y en el que sacaron a Correa en silla de ruedas tras presuntamente haber recibido un disparo en una pierna. Pero hay que lamentar más víctimas, en este caso mortales: las primeras estimaciones hablan de dos policías fallecidos durante la operación de rescate, un muerto en los disturbios de Guayaquil y varios heridos en otros puntos del país.
Sintiéndose traicionado por esta “puñalada en la espalda”, Correa aseguró desde los balcones del Palacio de Carondelet que los responsables son simpatizantes del ex presidente Lucio Gutiérrez que se irán de la policía en cuanto la situación está controlada.