No es un monasterio al uso, quizá por eso el Papa ha ordenado su cierre inmediato. Es una abadía cisterciense vinculada a la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma que, además de estar acusada de falta de disciplina litúrgica, financiera y moral, acogía a un extravagante exdirector de moda de Milán, Simone Fioraso, y a una exstreapper.
Fue el propio diseñador el que transformó la iglesia, casi en ruinas, y montó un hotel donde se celebraban conciertos, se solía recibir a famosos e incluso se organizó un maratón televisivo de lectura bíblica. La bailarina, al parecer, danzaba con alguna de sus compañeras durante las misas. Los monjes se irán trasladando a otros puntos de Italia.