En septiembre de 1859, durante la víspera de un ciclo solar que resultaría ser de intensidad inferior al promedio, el Sol desató una de las tormentas solares más poderosas de los últimos siglos. La erupción solar subyacente fue tan inusual que los investigadores aún no están seguros sobre cómo clasificarla. El estallido bombardeó la Tierra con los protones más energéticos de la última mitad del milenio, indujo corrientes eléctricas que incendiaron oficinas de telégrafos y desencadenó auroras boreales sobre Cuba y Hawai.
El problema es que una tormenta solar de las mismas características se repita, ya que la sociedad actual depende de sistemas de alta tecnología, como las redes eléctricas inteligentes, el GPS o las comunicaciones por satélite, todos sistemas vulnerables a las tormentas solares. Ahora más de 100 expertos se reunirán para crear conciencia respecto de las condiciones climáticas en el espacio y de sus efectos sobre la sociedad, ya que el Sol vuelve a encontrarse en la víspera de un ciclo solar de intensidad inferior a la usual, un ciclo propenso a producir tormentas solares.
En 1859, las consecuencias más graves fueron un día o dos sin mensajes telegráficos y muchos perplejos observadores del cielo en islas tropicales. Pero hoy en día la situación sería mucho más grave. La avalancha de apagones, propagada a través de los continentes por las líneas de energía eléctrica de larga distancia, podría durar semanas o incluso meses, el tiempo que necesitan los ingenieros para reparar los transformadores dañados. Los barcos y los aviones ya no podrían confiar en sus aparatos GPS para la navegación; las redes bancarias y financieras podrían dejar de funcionar, trastornando de este modo al comercio de una manera que es exclusiva de la Era de la Información… Según un informe del año 2008, publicado por la Academia Nacional de Ciencias, una poderosa tormenta solar, como las que ocurren una vez al siglo, podría tener el mismo impacto económico que 20 huracanes Katrina.