Eso asegura un informe de Naciones Unidas sobre Somalia, donde casi 4 millones de personas padecen una hambruna severa, y Eritrea. El mismo asegura que el grupo rebelde islamista Al Shabaab habría agravado la crisis alimentaria, especialmente en dos regiones controladas por el mismo, al impedir el acceso de las ONG y tras haber prendido fuego a alimentos y medicinas y matado a trabajadores de organismos humanitarios.
“El único gran obstáculo para la asistencia humanitaria en Somalia ha sido constantemente la negativa de grupos opositores armados a permitir el acceso”; además, según el Grupo de Observación, algunas agencias de Naciones Unidas que trabajan en aquel país sospechan que varias organizaciones locales a las que han financiado y a través de las cuales han distribuido ayuda, estaban dando dinero a Al Shabaab, unos pagos que el grupo islamista llama “impuestos”.