El responsable del Museo do Mar dice que en el mismo no hay espacio para exponer un ancla del siglo XVII hallada en la Ría de Vigo hace cinco años. Esa es la denuncia realizada por la Asociación Amigos de los Pazos que, tras una larga campaña por recuperar esta pieza que ha conseguido que la misma sea trasladada a la ciudad, asegura que sigue guardada en los almacenes del Museo.
La historia de este ancla, al menos desde que se enganchó en el aparejo de un barco de pesca, siempre se ha rodeado de un misterio tacaño y pueblerino. Hace dos años, los responsables de la Consellería de Cultura se negaban a decir dónde estaba guardada, un secreto que fue posible desvelar con dos llamadas telefónicas y sin necesidad de pedirle el zapatófono a Anacleto agente secreto: la misma se había depositado en un taller de Pontevedra, BIC Materiales y Conservación, donde se aplicaban un tratamiento para su recuperación.
Esos mismos responsables, se mostraban taimados y cicateros cuando se les preguntaba qué tipo de tratamiento necesitaba para su conservación y cuánto tiempo tendría que seguirsee. “No estamos autorizados a dar esa información”, contestaron. Debía de haber filtraciones en el servicio de inteligencia de Cultura, porque esta vez llegó con una sola llamada, a Javier Luaces, especialista vigués que elaboró el primer informe sobre el ancla, para saber que la misma había sido sumergida en un solución química de ácido tánico que permitiría restañar el hierro de la que está forjada y, después, determinar si pertenecía a un galeón inglés o español.
La respuesta más ridícula fue la dada por los ‘agentes de la contrainteligencia’ de la consellería cuando solicitamos hacer unas fotos: “imposible”, aseguraron, ¿por qué?, preguntamos, “porque el ancla podría correr peligro”, ¿qué peligro?, quisimos saber, “se desvelaría el lugar donde está y podrían robarla”, nos contestaron. Nos extrañó esta contestación, puesto que el rizón mide 5 metros de alto, tiene una envergadura de otros dos y pesa algo más de una tonelada, características que impiden llevársela en un bolsillo o maletín, mucho más discretos que la grúa que haría falta para cargarla en el camión necesario para llevársela.
Parecía que la singladura terrestre del ancla no podría ser más ridícula, pero ahora hay dudas, porque el director del Museo do Mar, una instalación con una superficie de 14.000 metros cuadrados, afirma que no hay espacio en el que colocarla. Por ello, con muy buen criterio, y conteniendo la risa, que ante una contestación como esa no es fácil, la junta directiva de Amigos de los Pazos acudirá a dicho museo para solicitar la exposición de este hallazgo arqueológico que pertenece a los vigueses y se dirigirá al director xeral de Patrimonio Cultural para que tome cartas en el asunto…y no estaría de más que se barajase alguna de dimisión